El desconocimiento
de los propios manchegos de su historia, y la ausencia aparente de una
identidad comparable a la de otras regiones, han servido de impulso a
Valor Manchego, la asociación que se ha propuesto recuperar y difundir
la cultura y las tradiciones de nuestra tierra. Sergio Escalona
(Madridejos, 1994) es uno de sus representantes.
Surgido “casi de
manera espontánea” por la falta de un lugar común en el que compartir
inquietudes, los perfiles de Twitter @LaManchaImporta e Instagram @mancheguistas están reuniendo a quienes comparten “una pregunta común
alrededor de lo manchego, una especie de orfandad ante la falta de
identidad”.
El interés de “empresas, instituciones, festivales” dejó
clara la necesidad de organizarse. En breve serán una asociación con
todas las de la ley, y cambiarán de nombre a otro más oficial.
Para
Escalona, “lo manchego parecía que se limitaba a los coros y danzas,
algo de gastronomía, la ruta del Quijote y poco más”. Pero nada más
lejos. Valor Manchego recoge el espíritu de grupos muy activos en las
primeras décadas del siglo XX, momento en que se propone para la región
una bandera cuatricolor (negro, rojo, azul y blanco) y el himno ya
mencionado. Un impulso histórico que los propios manchegos desconocen.
“La
diferencia de la cultura e identidad manchegas”, explica, “es que,
históricamente, nadie ha escrito nunca sobre nosotros. Siempre hemos
existido, pero no hemos tenido una corona, un reino y una serie de
hazañas grandilocuentes”. La misión del grupo es generar ese
conocimiento, y desde el ámbito científico.
“Cuando la gente ha visto
que hay un grupo de gente hablando de asuntos manchegos con amor propio,
y desde lo académico, alcanza otro vuelo”, continúa.
Uno de los
pasos iniciales ha sido la primera encuesta de la historia sobre
identidad manchega, que cualquiera puede rellenar a través de internet, y
que, aunque no cuenta con “un aval estadístico”, como reconoce
Escalona, “nos puede dar una idea”. Algunos resultados: si pudieran
escoger, el 52% preferiría una Región Manchega al modelo Castilla-La
Mancha, y el 35% eligiría Albacete como capital.
Más
allá de la ordenación del territorio, definir la identidad manchega “es
la tarea que tenemos por delante”, detalla el también investigador
biomédico. Para ello, parten de “la gastronomía, la cultura, las danzas,
la música, la lingüística, el territorio, el paisaje o la ecología”. El
obstáculo es dónde poner los límites geográficos, una de las razones
por las que prefirieron preguntar a la población a través de una
encuesta.
Esa falta de atención a lo propio, cree Escalona, es
“muy manchega. La humildad, esa parte ruda, tan pura” forma parte de
nosotros. ¿Es esa la consideración que se tiene de los habitantes de
esta región? “No hemos tenido la oportunidad de crear una imagen propia
con poder suficiente para que se imponga a la negativa que desde fuera
otros tienen de nosotros”, reconoce, y convoca el tópico que nos pinta
como “paletos, incultos, gente de campo, gañanes.
Por cierto, gañán se
usa como insulto y es un oficio, una persona que labra la tierra”.
El
objetivo es que, sintiéndonos más manchegos, pongamos más atención y
cariño a lo nuestro. “Uno cuida lo que ama y ama lo que conoce” es el
mantra del grupo. “La palabra identidad está muy explotada, pero
queremos usarla como una herramienta para generar comunidad”, prosigue
Escalona.
“Formamos parte de lo mismo, compartimos problemática, también
fiestas, jolgorio, gastronomía, comercio* Queremos usar esa herramienta
como unión. Cuando te sientes parte de algo, no te importa tanto cuidar
al de al lado”.
La futura asociación se propone ser “un punto
gravitatorio al que pueda acudir cualquier interés sobre lo manchego”. Y
hacer entender a la gente “que no está huérfana de identidad y de
cultura. No tenemos nada que envidiar a cualquier otra parte de España,
eso se ve en cuanto prestas un poco de atención. En muchas ocasiones,
desafortunadamente, solo ocurre cuando te vas de aquí”.
La charla tiene lugar en Eturel, un taller y tienda en el centro de Madrid que vende piezas modernas confeccionadas con técnicas tradicionales y telas manchegas, creada por Eduardo Rodríguez,
natural de Tembleque, Toledo. Es un buen ejemplo del acercamiento de
una nueva generación nacida en La Mancha que se pregunta por su origen.
“Vivimos un momento en el que la relación con lo tradicional y lo
folclórico está encima de la mesa”, explica Escalona.
En el caso
de La Mancha, esa ventana al pasado siempre mira al campo: “somos un
pueblo de pueblos, incluso las ciudades más grandes, Albacete y Cuidad
Real, tienen alma rural. Es algo muy característico nuestro”. Una
distancia entre núcleos de población que quizás ha influido en la
ausencia de una identidad común potente: “cuando hablamos con la gente,
tiene la sensación de que cada pueblo mira por sí mismo, y han olvidado
que también forman parte de algo mayor”.
Otro aspecto que no ha
ayudado es la falta de “una burguesía manchega. Las identidades más
reconocibles del Estado español, si uno lo piensa, tienen que ver conque en un momento de la historia, las clases altas se las apropiaron e
hicieron sus méritos para esas banderas”.
Su empeño, a pesar de
todo, es recuperar es impulso histórico y reivindicar cuestiones como el
habla manchega, “que tan a menudo se intenta ocultar” porque “se
considera de un rango inferior, y eso que es riquísima”.
Al descubrir o
redescubrir nuestra manera de hablar, nos damos cuenta de que
“conservamos cosas del castellano antiguo, mozarabismos, aragonesismos”.
“¿Por qué avergonzarte, si lo que tienes es un tesoro?”, concluye.