Al presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, le cuesta cada vez más pisar Génova 13 desde la victoria de Rajoy en las urnas. Por motivos que aún se desconocen no estuvo ayer lunes en la reunión de la Junta Directiva Nacional del PP, su partido, quizá, como ha dicho la alcaldesa de Valencia, Rita Bárberá, 'la más importante de los últimos quince años'.
Pero es que tampoco estuvo días atrás en la de presidentes autonómicos con Rajoy para unificar criterios de austeridad en los presupuestos regionales. Ni en los actos del Día de la Constitución, en Madrid, en el 33 aniversario. Por no hablar de sus reiteradas ausencias en el Día de la Fiesta Nacional cada 12 de octubre, desairando así varios años seguidos al Rey y al Príncipe. Un caso este Valcárcel entrado en años y que se ha perdido muchas cosas.
¿Qué le pasa, qué es lo que quiere, está a punto de dejarlo todo? Tanta fanfarria de 'Agua para todos' y ahora no acude a defenderla ante las pretensiones contrarias de la Cospedal con el Tajo y la Rudi con el Ebro desde sus respectivas recién estrenadas presidencias de Castilla-La Mancha y Aragón. Parece que en Bruselas tuviera una obsesión llamada deseo porque, últimamente, por Murcia para poco. Se evade con viajes que sirven de casi nada, o nada, a los intereses murcianos aunque sean útiles para calmar su desasosiego y alimentar su relativismo mientras asiste como espectador preocupado a las defenestraciones políticas de amigos cercanos por proximidad geográfica como Francisco Camps o Jaume Matas, ambos con final de etapa en los tribunales de Justicia. La distancia de Bruselas con Murcia creo que le anima y aleja de tanta rutina, al tiempo que le evade de presiones ambientales. Dicen los funcionarios de la CARM destacados que allí es otro hombre y que hasta lo ven felíz (?).
Cada día parece más claro, resulta obvio, que no será ministro. El Gobierno de Rajoy se perfila ya con biografías muy cualificadas y amplio dominio del inglés. Ser presidente de turno en el inocuo y europeo Comité de las Regiones, como premio de consolación dado por Rajoy a modo de migajas, es a lo máximo que puede aspirar de inmediato nuestro hombre, visto que el camino ulterior hacia la Eurocámara lo tiene casi imposible por su magra hoja de servicios y las informaciones alarmantes filtradas hasta Génova 13 por sus propios compañeros de filas; donde puede retirarse más discretamente y en busca de fuero es al Senado, por designación de la Asamblea Regional, que es decisión política en su mano, y al rectorado de la UCAM para lo que desee cada día José Luis Mendoza; extremo mucho menos probable.
Su entorno familiar -básicamente esposa e hija mayor- viene de tiempo ejerciendo una fuerte presión, especialmente desde los sucesos de hace un año y los huevos estrellados por manifestantes contra la fachada de su nueva mansión en Gran Vía- para que dimita como presidente de la Región, cargo donde ha perdido ya ilusión y está muy desgastado ante la sociedad y la propia militancia del PP murciano. Además, la sucesión está más que asegurada desde mayo en la persona del ex consejero de Economía, Juan Bernal, una vez desaparecidos, o a punto de desaparecer, de la escena pública los dos apoyos fácticos de Valcárcel en otro tiempo y hoy claramente en baja : Clemente García y Carlos Egea.
Sin embargo, la pirámide de intereses que se ha ido construyendo en torno a él y su familia en los últimos quince años es el principal obstáculo para recobrar su libertad pese a su reiterados intentos, desde hace tiempo, de dejar el Palacio de San Esteban.
Además, la inminente llegada de Rajoy a La Moncloa inaugura otra época donde los barones regionales del PP pierden poder dentro del partido y Valcárcel, en concreto, el poco pié que hacía en Génova 13, donde su gran amigo del alma cada lunes y en todos los congresos del partido era el presidente de La Rioja, Pedro Sanz. Ahora también parece que menos porque, a juicio de algunos funcionarios de la sede nacional, Valcárcel se ha convertido en una especie de autista que no se fía de nadie allí y cada vez visto más extraño en la nueva situación.
La muerte de su padre -y verdadero consejero político- hace unos meses, no sólo le dejó huérfano sino que provocó en él una especie de metamorfosis dentro de un proceso anterior en marcha. Necesita a su familia pero, a la vez, liberarse igualmente de la parte de carga que supone para él, pasada ya de sobra la cincuentena y con muchos años a sus espaldas de demasiada exposición pública, desde sus tiempos de concejal de a pié del Ayuntamiento de Murcia.
Además, y eso hay que reconocerlo también, no debe haber sido ajeno - y eso se le nota físicamente mucho- a la tensión provocada por su negativa siempre a sucumbir a los compromisos remitidos desde Madrid: los Gürtel, Urdangarines, Pedrosjota, Santamónicas... y un largo etcétera, que han terminado por complicar trayectorias a otros políticos de regiones, más o menos, cercanas. Aunque él haya hecho lo mismo a favor de ilustres negociantes de nuestra región cerca de políticos con mando en provincias limítrofes. Que también hay que decirlo.
Pero el terremoto de Lorca y la gestión de la crisis económica le superan y lo sabe, deuda histórica del Estado con Murcia y 'efecto población' aparte. Lo primero es prácticamente insoluble en plena austeridad y lo segundo tiende a empeorar con unos presupuestos con fuerte déficit y muy restrictivos a causa de la grave crisis fiscal del Estado. Menos mal que le coincide con su mandato en Bruselas en 2012-2013 y el día a día se lo van a comer en Murcia su consejero Marín y el ufano consejero de Presidencia. Lo malo es que los fines de semana -cuando haga ánimo de volver si es que le viene- todo serán problemas en el despacho y en casa mientras sueñe con sus siguientes días - ¿de vino y rosas? - en Flandes.
Descuidar el flanco aquí le puede suponer que el oriundo de Galicia, Trillo -a través de la diputada nacional y alcaldesa de Cartagena, la gallega Pilar Barreiro- le vaya comiendo terreno a futuro si lo del Banco de Valencia - donde su hermano Carlos es asesor jurídico y Sánchez Carrillo utilizaba para los negocios del poder- o la CAM -donde está empleada su hija menor en la Obra Social y de la que él sabe demasiado- no le proporcionan más adelante un disgusto de muerte o del mismo tenor que la detención e imputación de su ex consejero Francisco Marqués.
Calero y su gente -crecidos por el ascenso en Génova 13 de su amigo Arturo García Tizón, hombre de máxima confianza política de Dolores de Cospedal, quien no traga a Valcárcel- no cejan en su empeño de revancha y han conectado, además, muy bien con el republicanismo emergente en Madrid a través del abogado José Luis Mazón mientras su aparato mediático -financiado a medias con el PSRM- tiene cercada a la corrupción estructural que atenaza al Presidente y, a la vez, le impide vertebrar una suerte de regionalismo político, por ocupación del discurso, al tiempo que desde Madrid su propio partido conjura éxitos de gestión, susceptibles de alimentar tentaciones de escisión al no caer en la cuenta que los crecientes resultados electorales son de la marca y no del cabeza de lista, para el caso de amenazar con eventuales cismas si no se responde a sus aspiraciones, expresas ó tácitas, tras la teórica contribución con miles de votos para llegar a La Moncloa.
Lo que está muy claro es que Rajoy ha utilizado políticamente a Valcárcel y al PP murciano para que coadyuvasen a su estrategia prioritaria de llegar a ser presidente del Gobierno de España.
Pero hay más que se debe saber dentro del ramillete de hipótesis. Valcárcel comete demasiados errores de bulto por falta de humildad, virtud que, en cambio, le iluminaba al comienzo de su trayectoria política de la mano de Juan Ramón Calero, su verdadero mentor iniciático, y diremos por qué. Uno de los hombres de máxima confianza de Rajoy - hoy y antes- es un hijo del ex presidente del Gobierno, el gallego Leopoldo Calvo-Sotelo, casado con la lorquina Pilar Ibañez-Martín y consuegro de la eurodiputada del PP, la cántabra (como Rubalcaba) Cristina Gutiérrez Cortines.
Cuando murió hace más de tres años el ex presidente no aparecieron por su capilla ardiente, instalada en el Congreso de los Diputados, ni el presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia ni el alcalde de Lorca, Francisco Jódar; éste por expresa prohibición del anterior, aspecto que apenas ha trascendido pero se sabe donde se tiene que saber a los efectos oportunos, lo que ahora explica muchas actitudes desde Madrid tras el terremoto, incluida la del socialista José Blanco, todavía ministro de Fomento y también gallego.
Y hay más: Valcárcel es y ha sido un 'vendedor de cabras' aparte de un pésimo gestor para los intereses murcianos durante tres lustros pero hay que reconocer que no endeudó a la Región hasta hace muy pocos años aunque hoy la deuda pública regional sea nuestro principal problema por una solvencia que nos vamos dejando en el camino. Pero se contagió de la política de grandes eventos inaugurada por el ex ministro y ex presidente de la Generalitat Valenciana, el cartagenero Eduardo Zaplana, como fórmula de evasión de las obligaciones cotidianas y ordinarias. Y ahí se cayó con todo el equipo, falto de ideas originales, por mal imitador de sus vecinos.
Todos los proyectos para entusiasmar y engañar a un electorado muy necesitado de esperanza resultan inviables económicamente y ahora, incluso, políticamente muy poco estéticos por la austeridad imperante a la fuerza. Valcárcel no tiene hoy -y nunca ha tenido en Madrid- el apoyo de Rajoy y todo el aparato de Génova 13 y, mucho menos del Gobierno central en ciernes, para los ilusos cimientos de su estrategia política. Aunque le duela.
Del agua de otras cuencas, ni hablemos con dos mujeres tan bien colocadas y de tanta influencia como Dolores y María Fernanda. La 7 Región de Murcia es mejor que el Presidente piense en ir cerrándola o privatizándola. Y de El Gorguel, Cabo Cope, Contentpolis, la Paramount y Corvera es preferible que se vaya olvidando, más que nada por económicamente inviables y, mucho más, en los tiempos que corren. No hay dinero para fantasmadas en el cuaderno de deberes que la Merkel le ha entregado a Rajoy en Marsella. Y por eso el presidente valenciano Alberto Fabra ha comenzado ya a hacer sin dilación lo propio con Terra Mítica y La Ciudad de la Luz, en Alicante, ambas ocurrencias onerosas tan inspiradoras para Valcárcel.
Quizá su principal rebote con Génova 13, y por eso lleva semanas sin aparecer, es que no encuentra eco político para toda esta ruina y el tinglado se le viene abajo, sin AVE y sin aeropuerto, mientras la Región se le deshace en las manos sumida en el desempleo estructural. Y lo único que ahora le apetece es el sosiego placentero que le proporciona su musa lejos de aquí, donde se estresa por tanta impotencia y toda suerte de presiones, ante las que ya sí que no es capaz de evacuar la más mínima respuesta convincente o real.
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