Nadie sabe a qué se dedica Rajoy. Su
agenda oficial está vacía, no mantiene contactos con nadie y no se sabe
qué decisiones toma para sacar a España de la crisis. Una crónica de Carlos E. Cué en El país
deja claro que el estilo de gobierno de Rajoy es secreto. Preguntada la
vicepresidenta Sáez de Santamaría sobre el asunto, matiza que Rajoy no
mantiene reuniones secretas sino privadas. Alguien ha
enseñado a esta señora que en política es peligroso quedarse callado
ante una pregunta y lo mejor es contestar siempre, aunque sea diciendo
una tontería como en este caso porque, a los efectos de la publicidad obligada de los actos del presidente del gobierno, tanto da lo secreto como lo privado.
Esa
sabiduría de contestar siempre las preguntas no la comparte Rajoy quien
no da ruedas de prensa y, cuando las da, no admite preguntas. Luego van
diciendo sus doctrinos que el gobierno tiene un problema de
comunicación. Lo que le sucede es que no tiene nada que comunicar porque
habitualmente no hace nada, cuando lo hace está mal y cuando trata de
comunicarlo, no sabe hacerlo.
Se
dirá -y se dirá bien-que la comunicación no es solamente oral y que hay
otras formas de comunicar. Ciertamente y en todas ellas Rajoy suspende
sin paliativos: nunca está en donde se supone que tiene que estar, en
los momentos de peligro (los incendios forestales), de angustia
(escalada de la prima de riesgo), de determinación (los planes
restrictivos del gobierno); en cambio suele ir a donce no hace falta y
en donde puede estorbar y duplicar la acción del Estado, esto es, en
actos simbólicos, inauguraciones y finales deportivas, en donde quien
debe estar es el Rey. Las razones de estos comportamientos son
evidentes: Rajoy no acude a los lugares en los que lo reclama el deber y
hay que dar la cara porque es un cobarde; aparece, en cambio, en donde
no tiene por qué estar sólo para chupar cámara y porque tiene
megalomanía y cree que es el Rey.
En
Europa lo tienen ya muy calado. Los líderes europeos piensan de él que
es un incompetente al frente de un gobierno que no consigue coordinar en
el que cada ministro dice una cosa y, encima, todas distintas y
contradictorias. Su función es alimentar lios prejuicios antiespañoles a
base de actuar como el típico bravucón matasiete que quiere siempre
engañar a los demás y, a la postre, es el único engañado.
Pues
bien, a este cobarde que no tiene ni idea de lo que habla, que miente
tanto como respira, que escabulle el bulto, sale por las puertas
traseras, huye del Parlamento, esquiva la prensa, no contesta las
preguntas, solo habla de intrascendencias y trata ponerse en el lugar
del Rey porque hasta desconoce el lugar que le corresponde es al que los
españoles hemos elegido por mayoría absoluta.
A pechar con las consecuencias, amig@s
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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