Andan
los mentideros revueltos con la nueva medida de la cirujana de hierro
de Castilla La Mancha de dejar sin salario a los diputados autonómicos,
como un gesto más de espartanismo y ahorro. De inmediato han salido
sesudos análisis poniendo de manifiesto cómo se trata de una decisión
típica de la derecha para reservar la actividad política representativa a
los ricos y dejar a los asalariados sin sufragio pasivo. Recuerdan los
citados análisis que fue una conquista democrática consignar salario a
los cargos representativos para garantizar la igualdad y, sobre todo, la
independencia de los electos.
Pero,
según Cospedal, se trata de una falacia para seguir despilfarrando
recursos públicos. ¿Quién no tiene unos momentos libres en el día a día
para dedicarlos a las tareas representativas sin desatender sus otras
ocupaciones y negocios? Se trata de acabar con lo que Aguirre, siguiendo
a su mentor el difunto Jaime Campmany, llama mamandurrias.
Cospedal debiera saber que la representación política lleva más de unos
momentos libres al día, aunque, si juzgamos por su persona, que
desempeña dos trabajos políticos a la vez (y cobra por los dos) y llegó a
desempeñar tres (supongo que también cobrando), tal debe ser el caso.
Poco más de un rato al día debe dedicar a la política quien toma una
medida tan desvergonzada, demagógica e injusta como esta. O quizé le
dedique mucho tiempo, pero no le aproveche gran cosa por falta de
neuronas.
Porque no es solamente que la medida, patrocinada por alguien que cobra
(indebidamente a jucio de Palinuro), más de 220.000 euros al año y,
además, vive casi gratis total a cuenta del Estado al que desprecia, sea
una burla y una afrenta que se presenta con el argumento hipócrita de
que "hay que dar ejemplo". ¡Ejemplo una política que cobra más de 20.000
euros al mes indebidamente y con casi todos los gastos pagados! Es
mucho más. Es demagógica y bastante inmoral porque hasta Cospedal
debiera saber que el problema no es la forma en que los diputados cobran
la retribución por sus servicios, sino la retribución en sí misma.
Suprime los salarios regulares, pero deja las dietas, entre otras cosas
porque, si no lo hace, su propio grupo parlamentario se le echa encima.
¿Dietas o salarios? ¿Cuál es la diferencia? Escasa y, desde luego, a
favor de la fórmula salarial por razones obvias de control del gasto y
transparencia. Justo lo que Cospedal trata de evitar buscando el aplauso
de los más ignaros. Otras comunidades tuvieron este sistema de dietas
sin salarios -por ejemplo, la de Madrid- y hubieron de pasar a salarios.
¿Por qué? Obvio, y Cospedal lo sabe: las dietas no tributan, mientras
que los salarios, sí. Es decir, se defrauda "legalmente" al fisco. Los
salarios están fijados en los presupuestos de la Comunidad y, aunque su
volumen depende de la voluntad de los propios diputados (los políticos
son la única especie del planeta que se fija sus emolumentos), lo hacen
de una vez por todas para un año o varios y no pueden moverlos.
Las
dietas, en cambio, son un producto mucho más ventajoso: también dependen
de la voluntad de los interesados, pero de un modo más arbitrario,
cambiante y permanentemente revisado, al alza, claro. Pero, sobre todo,
dependen de la cantidad de actos, plenarios y comisiones que se
convoquen. Y ¿quién decide las convocatorias? Los mismos que cobran las
dietas. Resultado: como es de suponer, hay plenarios todos los días,
comisiones cada treinta minutos y hasta los fines de semana y fiestas de
guardar, de forma que los diputados -que en esto de cobrar no conocen
diferencias políticas- se llevan a casa una pastuqui muy superior a un
magro salario.
La medida es, por tanto, mendaz, demagógica, populista, inmoral y fomenta la corrupción. O sea, típica de la derecha.
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