lunes, 3 de diciembre de 2012

Contra los poderes salvajes / Patricio Hernández *

Qué legitimidad tiene un Gobierno salido de unas elecciones democráticas para cambiar el programa que ha sometido a la consideración de los ciudadanos y sustituirlo por otro radicalmente diferente? ¿Pueden los Gobiernos y los partidos que los sostienen sentirse desvinculados de cualquier compromiso con la ciudadanía, como si dispusiesen de una piratesca patente de corso política que les permitiría hacer cualquier cosa?

El Gobierno de Rajoy lleva poco más de un año dirigiendo el país y en este tiempo ha enterrado sus promesas electorales y, so pretexto de que los datos de la realidad no eran los que suponía, ha desarrollado una acción de gobierno que está suponiendo la aplicación de un desconocido programa contrarreformista de drásticos recortes destinado „nada menos„ que a cambiar por completo la constitución material de nuestro estado social y el marco de derechos y libertades de los españoles.

Amparado en la capacidad legal que le otorga la mayoría parlamentaria, el Gobierno rechaza cualquier obligación de devolver la palabra a los ciudadanos sobre sus profundos ajustes y recortes. Esta misma semana ha tumbado en el Congreso (con la esclarecedora ayuda de UPyD, ojo con estos) la propuesta de someter esta política a referéndum presentada por la Izquierda Plural (IU-ICV-CHA) y el BNG. El argumentario compartido para este rechazo coincide en llamar ´ocurrencia´ a esta idea y acusarla de «ignorar los fundamentos de una democracia representativa», invocando incluso el «aprecio de las dictaduras por los referéndums».

Basta sin embargo con mirar hacia las democracias más consolidadas para ver como se usa sin complejos el referéndum cuando se tiene voluntad de contar con la opinión de los ciudadanos. Es más bien el resultado reciente de algunos de ellos (el ´no´ francés y holandés a la Constitución Europea, la negativa del primer referéndum irlandés sobre este mismo asunto, el rechazo de Islandia a pagar la crisis bancaria o las decisivas derrotas de Berlusconi) el que ha llevado a la actual dirigencia conservadora europea a mostrarse alérgica a estas consultas, e incluso a impedirlas con toda clase de presiones y juego sucio, como hicieron con la propuesta de Papandreu de consultar las medidas de rescate para Grecia, que acabó por costarle el cargo.

Pero para entender cabalmente este rechazo hay que situarlo en el contexto europeo de un reduccionismo democrático que pretende, como vemos, no sólo reducir la democracia a las elecciones, sino desvincular incluso a los electos de compromiso alguno con los elegidos. Las élites políticas extractivas que dirigen los partidos mayoritarios dan muestras así de una concepción patrimonialista de la democracia, la misma que subyace en esa honda expresión de malestar y rechazo que está suponiendo la imparable desafección ciudadana respecto a las derivas degeneradoras de nuestro modelo político. 

El respetado filósofo del derecho italiano Luigi Ferrajoli habla de «la patente insuficiencia de la noción formal de democracia, la hoy prevalente en la cultura política al uso, que la reduce al ejercicio del voto para la formación de la voluntad popular». Observa también que este vaciamiento de la democracia política constituye una auténtica voladura del estado constitucional, un auténtico proceso ´deconstituyente´ que revela «dinámicas antisistema insertas en el interior de las instituciones mismas».

¿En qué están quedando, deberíamos preguntarnos, los derechos constitucionales al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la justicia gratuita, a la salud, al acceso a la cultura, etc.? De ahí que Ferrajoli hable de esta forma neoabsolutista de ejercer el poder como de ´poderes salvajes´.

Ya sabemos que esta rebaja de los estándares democráticos, que esta democracia de baja calidad en que vivimos en España, un país „no se olvide„ de débiles tradiciones democráticas, es paralela y está en relación con la vasta operación emprendida desde 2010 de desmontaje de nuestro tímido estado social, que pretende acabar de forma acelerada con el mayor logro de los 35 años de democracia, modificando profundamente el modelo económico y social, suprimiendo derechos, recortando prestaciones y extendiendo las privatizaciones, como demanda el hegemónico recetario neoliberal imperante en las instituciones europeas y en el „no ya salvaje sino directamente antropófago„ poder financiero.

De ahí esa brutal descalificación de cualquier demanda de participación y consulta a los ciudadanos, incluso la denigración y represión de los que disienten, de los que no consienten la jibarización autoritaria de la democracia puesta en marcha, de los que resisten los cantos de sirena que nos llaman incesantemente a la pasividad, a la indefensión voluntaria, a la aceptación como inevitable de este proceso de desposesión social.

En España la democracia se ha identificado históricamente con el Estado del Bienestar, lo que explica que para desmontar éste haya que restringir aquélla, alentando desde el poder la pérdida de sentido cívico de amplios sectores de la ciudadanía, requisito necesario para fragilizar o suprimir las que creíamos sólidas conquistas sociales.

Pero ya vemos que la resistencia crece por todas partes, que la contestación a este estado de cosas es más robusta cada vez, y que la movilización popular empieza a dar sus frutos. A reforzar esta corriente viene la propuesta de campaña para exigir la convocatoria de un referéndum sobre los recortes que devuelva a la gente la capacidad de decidir sobre una política impuesta, es decir, sin sanción lectoral alguna, que está deteriorando la vida democrática, empobreciendo a la mayoría de la sociedad, abriendo la brecha de la desigualdad y poniendo en situación límite a muchas familias en España.

Esta campaña, impulsada desde el espacio de concertación sindical y social que hemos llamado Cumbre Social, no quiere sustituir a ninguna otra forma legítima de lucha contra la austeridad autoritaria, desde las manifestaciones y huelgas a las distintas formas de desobediencia civil, sino añadir un nuevo instrumento para la concienciación de los ciudadanos sobre lo que está en juego y para reforzar la presión dirigida a impedir que se consume la doctrinaria distopía neoliberal de los actuales poderes salvajes.

(*) Presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia

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